Hola, ¿qué tal estás? Estoy feliz de volver a tenerte por aquí.
En el anterior post te conté “Qué es una doula” y hoy me gustaría contarte quién soy yo como doula y cómo he llegado hasta aquí.

Yo fui madre por primera vez con 26 años recién cumplidos.
Mi hijo Àlex tiene once años, pero yo mantengo el recuerdo imborrable de él entre mis brazos, mirándome, reconociéndome. Yo no podía parar de llorar y temblaba ante la magnitud de mis emociones.
Recuerdo su embarazo, su nacimiento y su crianza como si estuviera sumergida en un río que me arrastraba embravecido, sin que yo pudiera hacer demasiado por llevar cierto control.
Sentía que la corriente de opiniones, sucesos y vivencias, me revolcaba una y otra vez, un acontecimiento me conducía al siguiente y yo sólo podía sobrevivir al momento presente, sin apenas espacio en mi interior para la duda, para el cuestionamiento, para el pensamiento y la reflexión.

Un año más tarde, aún en pleno puerperio volvimos a buscar bebé y llegó ella, mi bebé estrella que había venido a quedarse sólo 10 semanas en mi vientre, un duelo que no pude elaborar en ese momento, pero que sin duda fue semilla de cambio y reacción.

Para cuando me quedé embarazada de Mar, que ahora tiene 8 años, desde luego que había aprendido unas cuantas cosas. Me enfoqué en su parto con más recursos, con más fuerza, con más conciencia. Pero me faltó confianza y el acompañamiento necesario para creer en mí.

Así que después de sufrir violencia obstétrica por segunda vez en el parto, las heridas físicas curaron rápido, pero las emocionales clamaban buscando respuesta.

No me conformaba con lo que me habían contado y obedecí el impulso de lanzarme a comprender mi cuerpo, mis procesos, la fisiología del nacimiento.

El postpartos me conectaron también con una soledad profunda. La falta de referentes diversos que abrieran mi abanico de opciones. La falta de soporte, de sostén, de apoyo. 

La lactancia que no siempre era fácil, las noches sin dormir, no imaginaba lo difícil de sostener el llanto (el del bebé y el mío). La desesperación, las dudas, los miedos, las necesidades fisiológicas de los bebés, tan desconocidas, la intensidad de mis emociones…
La maternidad real, esa que no sale en los anuncios, me cogió por sorpresa y me revolcó.
Además el volumen de consejos y de ruidos externos era tan alto, que me perdí en ellos y tardé tiempo en validar mi propia voz.

Decidí formarme como Doula y en ese camino de aprender a acompañarme, encontré mi vocación de acompañar a otras mujeres.

Para mi acompañar un momento tan intenso como la maternidad, es un trabajo bellísimo, sutil. Realizado desde la calma y la humildad, desde el respeto y la presencia, desde la escucha y el sostén.
Con la mirada enfocada siempre en la mujer que acompaño, en sus necesidades únicas y personales. Caminando al ritmo que ella desea.

Muy consciente de la importancia de sostener, de escuchar, de validar, de respetar, de respirar. De establecer una relación de confianza bidireccional, fundamental en un momento tan vulnerable e importante.

Cada mujer, cada bebé, cada familia que acompaño, lo siento como un reto nuevo y apasionante, una oportunidad constante de vivir, revivir y comprender que existen tantas maternidades como mujeres.

Ser doula es también una responsabilidad que me invita a revisarme constantemente en mi propia historia, para acompañar desde la paz con mi propia maternidad. Desde la neutralidad y la apertura, sin expectativas ni juicios.

Uno de los pilares de mi trabajo, es ayudar a bajar el volumen de ruidos externos, de forma que la mujer escuche nítida la voz de su intuición.
Acompañar a distinguir los miedos ajenos de los propios, a relativizar, a enfocar, a priorizar, a coger el poder propio.

¿Y tú en qué momento estás de la maternidad? ¿Te apetece que te acompañe en este viaje?

Abrazos,

Cristina

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